Hoy, 15 de Agosto, celebramos la Asunción de María, es decir, que María fue elevada por Dios al cielo en cuerpo y alma:
«La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo.»
(Pío XII, Constitución Apostólica Munificentisimus Deus)
Esta es una doctrina que no alcanzó a estar explícita en la Biblia, probablemente porque cuando se escribieron los evangelios María aún estaba con vida en la tierra, pues ella vivía en casa de Juan. Pero ya lo dice el libro del Apocalipsis, “había una señal en el cielo, una mujer” (Cf. Ap. 12).
Sin emabrgo, en esta doctrina suele haber una confusión entre Asunción y Ascensión. Cuando Jesús ascendió al cielo, lo hizo por sí mismo. María en cambio, fue asunta por Dios. Esa es la diferencia. Y eso de que Dios suba personas al cielo, no es nuevo. Ya lo dice la Escritura:
«Por la fe, Henoc fue trasladado [al cielo], sin ver la muerte y no se le halló, porque lo trasladó Dios. Pero aún antes de su traslado, recibió el testimonio de haber agradado a Dios.»
(Heb 11,5)
Así también María, por su fe, por su sí, agradó a Dios, y más aún, halló gracia a sus ojos. Es más, tanto agradó a Dios que por puro amor la escogió, para que fuese su madre y venir al mundo a salvarnos. De hecho, Isabel alabó a María por su fe: “dichosa tú que has creído” (cf. Lc. 1,45). Y se debe recordar también que María es el Arca de la Nueva Alianza. Pues bien, estaba prefigurado en el Antiguo Testamento que con el Señor entraría al cielo el Arca:
«Sí, oímos de Ella que está en Efratá, ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque! ¡Entremos en el lugar donde Él habita, postrémonos ante el estrado de sus pies! ¡Levántate, Yahvé, hacia tu reposo, ven con el Arca de tu poder!»
(Salmo 132,6-8)
No hay duda de que el Salmo se refiere al Arca de la Alianza, por el contexto del pasaje. El comentario al pie de página de la Reina Valera (1995) sobre el versículo 6 dice:
«En los campos del bosque: Parece ser una referencia poética de Quiriat-yearim (que significa ciudad de bosques), lugar situado a unos 15 km al noroeste de Jerusalén (cf. Jos 9.17), donde estuvo el Arca del pacto una vez que los filisteos la devolvieron (1 S 7.1)»
32.6, 1
Esto era prefigura. Pero su cumplimiento se puede ver en el libro del Apocalipsis, que revela la liturgia celestial, donde dice:
«Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos y fragor y truenos y temblor de tierra y fuerte granizada.»
(Ap 11,19)
Y, curiosamente, justo cuando se abre el cielo y Juan ve el arca de la Alianza, ¡describe a la mujer!
«Un gran signo apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.»
(Ap 12,1)
Esto no puede ser casualidad alguna. Para cuando se escribió el Apocalipsis, según algunos expertos, sería el año 90 o 100. Otros lo ubican en el 70 por la destrucción del templo de Jerusalén. Fue el último libro que se escribió y, a estas alturas, ya María habría sido llevada al cielo, pues Juan la está viendo en el cielo y le está llamando Arca de la Alianza.
Por lo tanto, la Sagrada Escritura da evidencia de que María está en el cielo y fue “trasladada por Dios”. Por eso la tradición de la Iglesia siempre ha estado consciente de este hecho. Los hermanos ortodoxos de oriente llaman a esto “la dormición de María”.
En cuanto a la mujer vestida del Sol, puede identificarse con Israel, con la Iglesia, y con María. Porque María es figura de la Iglesia.Israel es el pueblo de Dios. La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios. María es figura del Pueblo de Dios.
Algunos niegan que María sea la mujer del Apocalipsis, pues alegan: “esa mujer tenía muchos hijos y ustedes católicos dicen que sólo tuvo a Jesús”. Al menos a estas alturas ya aceptaron la virginidad perpetua de María. Pues bien, dice el Apocalipsis:
«Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.»
(Ap. 12,17)
Este pasaje, en realidad lo que hace es afirmar la maternidad espiritual de María sobre todos los cristianos. Está diciendo que quienes guardan los mandamientos de Dios, y mantienen el testimonio de Jesucristo, son hijos de la Mujer, ergo, hijos de María. Y este hecho, está en perfecta consonancia con el evangelio de Juan: “ahí tienes a tu Madre”, le dijo al discípulo amado.
Por lo tanto, en su evangelio Juan relaciona a todos los cristianos con el discípulo amado, y en su Apocalipsis, lo explicita.
Fuente: Fernández Rangel, Julio Refugio Getsemaní. «Controversiae Theologiae: Controversias de Teología» Pp. 79-82
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