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¿Sabías que pensar también puede ser un arte? Esto es así porque hay una gran variedad de formas de pensar y, ciertamente, algunas más bellas que otras. Al pensar, profundizamos en lo más íntimo de las cosas, para luego expresarnos sobre aquello que se descubrió, y esto no solo con las palabras más idóneas, más precisas y verdaderas, sino además, las más bellas.

Filosofar es un camino en sí mismo. Es una aventura que conduce hacia la verdad. Este camino, aventura o modo de conducirse hacia la verdad, es lo que suele llamarse “método”. Cada método tiene su propia belleza y sus propios problemas, sus ventajas y desventajas. Seguir un método, o crear uno, es ya un esfuerzo por pensar, y pensar bien, porque, tan importante es la investigación y el descubrimiento de la verdad como la exposición y la presentación de esta. He aquí las dos grandes caras del método filosófico: la investigación de la verdad y su exposición.

Pues bien, históricamente han surgido una gran variedad de métodos y, a su vez, muchos otros han quedado en el olvido. Por eso, la “historia del pensamiento” supone descubrirnos a nosotros mismos en el pensamiento de los demás.  Así pues, una primera tarea para ejercitarnos en el arte de filosofar, sería introducirnos en esta historia del pensamiento para conocer algunos de los métodos que han perdurado hasta hoy.

En primer lugar, encontramos la Mayéutica (arte de las comadronas, arte de hacer nacer). La Mayéutica es el método filosófico propuesto por Sócrates. En un texto de Platón, Sócrates dice: “Mi arte mayéutica tiene las mismas características generales que el arte de las comadronas. Pero difiere de él en que vigila las almas, y no los cuerpos, en su trabajo de parto. Lo mejor del arte que practico es, sin embargo, que permite saber si lo que engendra la reflexión es una apariencia engañosa o un fruto verdadero” (cf. Platón, Teeteto). Así, Sócrates modificó el significado médico que tenía la palabra mayéutica y lo reorientó al ámbito filosófico.

La mayéutica propone que existe un conocimiento que se acumula en la conciencia por la tradición y la experiencia de generaciones pasadas. Por lo tanto, se invita al individuo a descubrir la verdad que se encuentra latente en él, aunque de manera inconsciente.

Este método comienza con preguntas sobre un tema, por ejemplo, ¿qué es?, ¿en qué consiste?; luego sigue una discusión que sume al interlocutor en confusión; este momento de confusión e incomodidad por no ver claro algo que antes del diálogo se creía saber perfectamente es condición necesaria para el aprendizaje, y Sócrates lo identifica con los dolores que siente la parturienta antes de dar a luz; tras este momento de confusión, llamado Erística, lo siguiente es elevarse progresivamente a definiciones cada vez más precisas de la cuestión que se investiga (la belleza, la ciencia, la virtud); este momento se llama Mayéutica y constituye la parte positiva y constructiva, pues consiste en “alumbrar” (maieuo) mediante la aplicación constante del razonamiento expresado en el diálogo.

La discusión concluiría cuando el alumno, gracias a la ayuda del maestro, consigue alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto de la realidad que se investiga; dicho de otra manera, el dialogo desemboca en el descubrimiento de la verdad. Esta verdad adquiere un valor universal frente a la opinión; “es verdadero lo que aparece a todos como verdadero”. De manera que no se trata de la defensa de una opinión, sino del esfuerzo común de alumbrar la verdad “alétheia” (αλήθεια). Con este método, Sócrates intenta destruir la ignorancia y conquistar la verdad.

En seguida se encuentra la Dialéctica de Platón. Se conoce así a la técnica que intenta descubrir la verdad mediante la confrontación de argumentos contrarios entre sí. Parte de una idea básica que se llama hipótesis para ir mejorándola a fuerza de crítica. Platón distingue en su método dos tiempos: el primero es el de “la intuición” de la idea y el segundo momento se basa en la crítica para esclarecer la intuición. Se pasa entonces del método de la Mayéutica de Sócrates, donde la «crítica» podría ser la primera parte de las preguntas para cuestionar todo, a la Dialéctica de Platón, donde ya no son preguntas, sino argumentos y razones contrarias entre sí que pretenden derribar lo falso y descubrir lo verdadero de una tesis.

Viene después el método Analógico, que es un proceso de razonamiento que se basa en la capacidad de asociación de la mente. Consiste en tomar una experiencia pasada y compararla con una experiencia actual. Es razonar por medio de analogías. La analogía es la base de la mayoría de los razonamientos ordinarios, por cuanto, la gente tiende a tomar decisiones basándose en experiencias pasadas o en otro tipo de comparaciones. Aunque, para Mauricio Beuchot, filósofo mexicano, la analogía tiene más relación con el sentido de proporción, que permite una serie de aproximaciones válidas hacia la verdad, sin pretender que sean exactas. De esta manera, se alcanzaría la verdad por analogía.  

Contrario al citado método analógico, encontramos el Cartesiano, propuesto por René Descartes. Se caracteriza por su rechazo a la verdad no demostrada, sobre todo a las pasiones y las opiniones. La opinión no cabe en la ciencia, pero la matemática, en cambio, dará siempre los mismos resultados, estemos o no de acuerdo con ellos. El “discurso del método” pretende aplicar los métodos científicos, inspirados en la matemática y el álgebra, al estudio de la sociedad humana; tanto en sus dimensiones psicológicas, físicas, biológicas, sociales, como políticas. A partir de esta consideración, es importante entender que la metodología cartesiana se propone alcanzar la excelencia en el planteamiento y la solución de problemas. Consiste en plantear un problema y resolverlo mediante la reflexión y la argumentación, para finalmente demostrar el resultado.

En esta misma línea se encuentra la lógica, que es la ciencia de las formas del pensamiento estudiadas desde el punto de vista de su estructura. Es la ciencia de las leyes que deben observarse para obtener un conocimiento inferido. El estudio de la lógica como ciencia nos permite conocer las leyes, reglas y procedimientos del pensamiento. Nos dice cómo es que se origina el pensamiento cuando se piensa, cual es la organización del razonamiento, sus elementos y demostraciones.

Aristóteles denominó la lógica con el término de “analítica” (solución) de allí el título de los Analíticos. Tiene un carácter formal, ya que estudia la estructura o formas de pensamiento (tales como conceptos, proposiciones, razonamientos) con el objeto de establecer razonamientos o argumentos válidos o correctamente lógicos. Además, le interesa descubrir las leyes y los principios que permiten conducir con rigor, precisión y verdad hacia el conocimiento. Enseña a pensar correctamente y, por lo tanto, más que una ciencia es considerada un verdadero arte de nuestras facultades cognoscitivas.

“La lógica o arte de razonar es la parte de la ciencia que enseña el método para alcanzar la verdad” (San Agustín, De Musica VI, V).

Por último, tenemos la fenomenología, que surgió como una necesidad de explicar la naturaleza de las cosas (fenómenos). Los primeros pensadores trataron de definir si era un método o una filosofía, dado que lejos de ser una secuencia de pasos, es un nuevo paradigma que observa y explica la ciencia para conocerla exactamente y, de esta forma, encontrar la verdad de los fenómenos. La palabra fenomenología se compone de las voces griegas phainómenon, πηαινομενον, (“aparición”, “manifestación”) y logos, λογοσ (“tratado”, “estudio”), o bien, el estudio de las manifestaciones.

La fenomenología es una pura descripción de lo que se muestra por sí mismo, de acuerdo con el principio de los principios: reconocer que toda intuición primordial es una fuente legítima de conocimiento, que todo lo que se presenta por sí mismo en la intuición debe ser aceptado simplemente como lo que se ofrece y tal como se ofrece, aunque solamente dentro de los límites en los cuales se presenta.

Y ya para concluir, es importante mencionar que cada método filosófico se concentra en determinados “hábitos mentales”. Hay métodos basados en hábitos mentales como la razón, otros en la sensibilidad, otros más en el lenguaje… todos ellos matizan algo diferente sobre lo específicamente humano.

La capacidad de juzgar lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos “la razón”, es naturalmente igual en todos los seres humanos y, a su vez, la diversidad de opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino simplemente de que cada uno conduce sus pensamientos por diversos caminos, cada uno considerando cosas diferentes.

Sin embargo, ninguna filosofía y ningún método agota todos los aspectos del conocimiento. Cada una es una forma diferente de explicar el mundo y, sobre todo, al hombre, al ser humano.

¿Cuál es la más adecuada para nosotros? Eso dependerá de nuestra propia forma de estructurar pensamientos, si es que ya hay un método que nos satisfaga o que podamos adaptar a nuestra razón, o bien, en todo caso, crear nuestro propio método, nuestro propio arte de pensar con verdad, belleza y bondad.