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En la catequesis del Papa Francisco
“La fe de María da carne humana a Jesús”

  1. La fe de María desata el nudo del Pecado.

El primer elemento de la fe de María consiste en que desató el nudo del pecado. Lo hizo, en primer lugar, con su obediencia. Así como Eva ató el nudo del pecado con la desobediencia, María lo desató con su obediencia. Como cuando un niño desobedece a su papá o a su mamá, la relación se ensucia, se hace un nudo, y es necesario pedir perdón para desatarlo, para recuperar la armonía.

María desató, también, el nudo de la incredulidad mediante su fe. De hecho, todos los nudos del corazón, de nuestra vida, se pueden desatar con el amor, la fe y la obediencia, y es María quien nos lleva de la mano hacia el abrazo amoroso y misericordioso del Padre.

  1. La fe de María da carne humana a Jesús

María, por su fe y obediencia, engendró en la tierra al Hijo eterno del Padre, sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo. Sin embargo, ella concibió primero a Jesús en la fe, y luego en la carne; primero lo recibió en su corazón y luego en su vientre.

Pero Dios no se hizo hombre ignorando nuestra libertad, sino que ha querido pasar por el libre consentimiento de la Mujer, de María. Y ella ha dicho “sí”, “hágase”, “acepto”.

Así también a nosotros, cuando acogemos la palabra de Dios con fe y la ponemos en práctica, es como si Dios adquiriera carne en nosotros, viene a habitar en nosotros, toma morada en aquellos que cumplen su Palabra.

Le ofrecemos a Dios, pues, nuestra carne (nuestras manos, pies, cuerpo, nuestro ser), con la humildad y fe de María, para salir al encuentro de nuestros hermanos y ponernos a su servicio, sobre todo de los más débiles. Le ofrecemos nuestro corazón para amar y hacer su voluntad.

  1. La fe de María como camino

María ha caminado en la peregrinación de la fe, de hecho, toda su vida fue un seguir a su hijo, él es la vía, él es el camino. Así pues, caminar en la fe es seguir a Jesús, escucharlo y dejarse guiar por sus palabras.

Y la vía de Jesús es la del amor y la entrega total, hasta el sacrificio de sí mismo. Por eso, el camino de la fe es el camino de la cruz, también para nosotros.

María siempre estaba con Jesús, seguía a Jesús. La fe de María enfrentó la incomprensión y el rechazo, y ella nos enseña a enfrentarlo también nosotros, con paciencia, meditando todo en nuestro corazón.

Pero ella también experimentó la gran alegría del sepulcro vacío y la inefable dicha de la resurrección de su hijo. De tal manera que, María nos enseña a andar por el camino de la alegría, la feliz vía de la resurrección, la dicha de la victoria sobre la muerte y sobre el pecado, ¡la gran alegría de la fe!