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El modelo antropológico de Agustín, sobre todo como se puede leer en Libro XIX de su obra De Civitate Dei, es una visión original que asume algunos postulados filosóficos neoplatónicos, aunque critica otros. De hecho, fue a partir de su conversión que desarrolló una antropología diferente a la neoplatónica. En este nuevo modelo agustiniano, se puede reconocer un “dualismo racionalístico”, es decir, que la razón está exageradamente por encima del cuerpo, siendo este un instrumento al servicio del alma, como creían Aristóteles, los estoicos y Varrón, sin embargo, es importante rescatar que, contrario a ellos, san Agustín sí tiene una visión muy positiva del cuerpo, y no solo instrumental. En general, en el pensamiento agustiniano influyeron principalmente las escuelas de los Neoplatónicos, Estóicos, y Varrón[1], sin olvidar a San Ambrosio.

Ahora bien, para Agustín, el hombre es una unidad sustancial de alma y cuerpo; y aunque suele definirlo de diferentes maneras, esta es la base de sus conceptos. Por ejemplo, toma de los antiguos sabios la definición de “animal racional mortal” (animale rationale mortale)[2]. Sobre la unidad de alma y cuerpo, Agustín dirá que la unión es connexionem uinculi naturalis “unión de un vínculo natural”[3], y quasi quoddam coniugium spiritus et carnis “cierta unión conyugal, por así llamarla, entre el espíritu y la carne”[4].

Pero, sobretodo, el elemento más importante en la visión antropológica agustiniana, de acuerdo con Marie-Anne Vannier, es la reflexión sobre “la creación del ser humano a imagen de Dios”[5], que “modula” de alguna manera el esquema creatio, conversio, formatio, núcleo del pensamiento agustiniano[6]. Así lo explica Vannier:

“No toma el esquema clásico: espíritu-alma-cuerpo, sino que se articula totalmente alrededor de estas tres realidades: la creación a imagen de Dios, que es el hecho primero, la formatio o la realización del ser humano que ha sido posible por la conversión, expresando la opción libre”.

(Marie-Anne Vannier, La Dialéctica de la Imagen de Dios)

En teología, hablar de antropología, es también explicar la maldad (o la tendencia a ésta) presente en el hombre. Al respecto, el pensamiento sobre el pecado original de Agustín se desarrolla a partir de la situación negativa en la que se encuentra la humanidad, y que es evidente y observable para él. El hombre, pues, experimenta una fuerza de pecado que “lo condiciona a la hora de elegir el bien”. Parece que san Agustín fue el primero en llamar “pecado” a ese acto voluntario por el cual Adán obra en el origen; antes, se le llamaba «vicio original» o denominaciones parecidas. Con todo, reconoció que la doctrina del pecado original era una cuestión muy difícil, por lo que fue muy prudente a la hora de tratar sobre su naturaleza, pero sin evitar hablar de las consecuencias negativas de este pecado. Esta es, pues, su gran innovación: “designar esta situación con el nombre de pecado”[6].

Acerca del “antiguo pecado” de Adán dirá:

«Nada es tan fácil como hablar de él y, sin embargo, nada tan difícil y misterioso de explicarlo y comprenderlo»

(mor. Eccl. 1, 22,40).

Y sobre cómo se transmite, dice:

“Mas si el Apóstol hubiera querido mencionar que el pecado entró en el mundo no por generación, sino por imitación, hubiera nombrado a su primer autor, que no fue Adán, sino el demonio, de quien está escrito: Desde el principio peca el diablo. También se lee de él en el libro de la Sabiduría: Por envidia del diablo entró la muerte en el orbe de la tierra. Y cómo esta muerte vino a los hombres por el diablo, no porque de él procede, sino porque le han imitado, lo dice a continuación: Y le imitan los que a él pertenecen. Refiriéndose, pues, el Apóstol al pecado y a la muerte, que se han propagado de un hombre a todos, puso como autor a aquel de quien ha tenido comienzo la propagación del género humano.”

(Consecuencias y perdón de los pecados y el Bautismo de los párvulos, P. Victorino Capánaga, OAR)

Aunque, en realidad, es importante aclarar que no toda la doctrina de Agustín, necesariamente, debe ser recibida ni por la Iglesia ni por los teólogos contemporáneos. Bonner dice que:

“Es dudoso que haya hoy un teólogo cristiano que mantenga la doctrina agustiniana del pecado original, precisamente en los términos en que la propuso Agustín (…) Mientras tal visión es intolerable para la mayoría de los cristianos de hoy, pues parece una farsa del amor de Dios hacia su creación, con todo, el hecho de la tremenda pecaminosidad de la humanidad permanece y está ahí, y eso necesita una explicación. Al menos para los creyentes cristianos, es necesaria alguna doctrina sobre un pecado original (…) En una época en que los estudios genéticos han recalcado hasta qué punto las influencias ancestrales (hereditarias) contribuyen a determinar los destinos de sus descendientes, es posible, por supuesto, el concebir una debilidad heredada que predisponga a los seres humanos a pecar”.

(«El pecado original», Gerald Bonner en «El pensamiento de San Agustín para el hombre de hoy, tomo II»)

De hecho, no todos los elementos de la teología agustiniana han sido recogidos por el Magisterio. Creo que una de las dificultades fundamentales radica en la visión literal del pecado de Adán y Eva que deja fuera el hecho de que el relato está lleno de símbolos y teología. Pero, en concreto, esa “farsa del amor de Dios hacia su creación” que menciona Bonner, es el principal elemento que no puede aceptarse, algo que sí parece haber sido recogido por algunas corrientes de la reforma protestante, que centraron mucho de su teología en la doctrina de san Agustín.

Pero hablar del pecado implica necesariamente hablar de la gracia de Dios. Al respecto, en una de sus obras, Agustín hace una genial explicación sobre la parábola de las Vírgenes necias y sabias. Todas iguales en todo, excepto en que unas son necias y otras sabias, dice el santo. Las sabias, porque se llenaron de la gracia de Dios, las necias, porque aun teniendo todo para hacer lo mismo, no lo hicieron.

De manera que todos somos iguales, de igual dignidad, y a todos Dios nos ha dado dones y talentos para hacerlos fructificar. Y a todos, Dios nos ofrece su gracia. ¿Seremos sabios, y nos llenaremos de esa gracia? O, ¿seremos necios, y diremos “después lo hago”? No vaya a suceder que nos sorprenda el esposo, el día de nuestra propia muerte, y nos encuentre vacíos, por necios.

Además, en su explicación, Agustín muestra de manera genial la relación entre gracia y libertad humana. Dios nos lo ha dado todo, pero nosotros decidimos si lo recibimos, o no. Y no termina ahí el asunto, sino que, es necesario comprender ¿por qué nos hacemos “necios”? ¿Es porque somos malos? ¿O es por nuestra inclinación al pecado? Y, en este último caso, ¿podemos superar tal inclinación?

Me parece importante, en este sentido, concluir con otra cita de Agustín comentando a san Pablo, hablando de la ley y la gracia, o la letra y el espíritu: “la ley mata, pero el espíritu da vida”. Aquí, el santo de Hipona nos presenta la codicia como síntesis de todo lo pecaminoso, y cómo lo prohibido se hace especialmente codiciable:

“Pues yo no sé de qué modo aquello que se codicia se hace más grato cuando es prohibido. Y esto es lo que inclina al pecado mediante el precepto, y por lo que éste mata cuando se le añade la prevaricación, la cual no existe donde no existe la ley.”

(De spiritu et littera “Sobre el Espíritu y la letra” Cap. III)

Esto no es ajeno a las personas de hoy, al contrario, es muy vigente: todo lo prohibido les atrae más; de manera que la letra de la ley que prohíbe parece que incita al pecado. Por lo tanto, el Espíritu que da vida es el que nos ayudará a vencer el pecado, llenándonos de la gracia de Dios, como dice nuestro querido obispo africano.


[1] “Parece asumir, en gran parte, el modelo antropológico y moral que Varrón atribuía a Antíoco y a los antiguos académicos” (cf. N. CIPRIANI, «El influjo de Varrón sobre el pensamiento antropológico y moral de los primeros escritos de San Agustín», Augustinus 55 (2010), 241-275, citado en ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA: PECADO ORIGINAL Y GRACIA DE DIOS, Recurso 2-v4. Agustinos Recoletos;)

[2] Cf. De ordine 2,31

[3] Ep. 238, 12

[4] Util. ieiun. 5

[5] Marie-Anne Vannier, “La Dialéctica de la imagen de Dios”

[6] ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA: PECADO ORIGINAL Y GRACIA DE DIOS, Recurso 2-v4. Agustinos Recoletos.