En cambio, rechaza las leyendas profanas, cuentos de viejas chismosas. Ejercítate en una vida según la religión, porque el ejercicio corporal en poco beneficia, mientras que la religión es provechosa para todo, pues cuenta con la promesa de la vida, tanto presente como futura. Esta afirmación es segura y digna de aceptación. Por esto nosotros trabajamos y luchamos, pues hemos puesto la esperanza en Dios vivo, que es el salvador de todos los hombres, en especial de los creyentes. (1 Timoteo 4, 6-10)
Cuanto bien hacen estas palabras para nosotros que vivimos buscando no desfallecer, o caer en el primer obstáculo en este camino de fe. Se presenta en esta primera carta a Timoteo un recuerdo del mayor beneficio que se obtiene al ser cristianos y profesar la fe: la promesa de la vida en el presente y en el futuro.
Con esta promesa se desprenden varias interrogantes como: ¿Cuánto hemos dejado de vivir, pensando que lo hacemos? ¿qué concepto tenemos de lo que es vivir? ¿te has dedicado a vivir estos años de vida que tienes o solo ha sido un ejercitar la “vida corporal”?
Si hacemos una lectura más amplia de este capitulo 4 de la carta encontramos una serie de disposiciones que logran ser el camino para que Timoteo logre entender la misión que se le ha encomendado, y que comprenda las implicaciones de lo que es el ideal de ser un buen ministro de Cristo Jesús. Sin embargo, todo esto se resumirá, en que: Ser un buen ministro de Cristo es, como Pablo, disponer toda la vida en bien de la salvación de los demás y, por lo mismo de la propia.
Nuestra vida esta pues, ordenada a la salvación, pero no solo verlo desde el ámbito egoísta, de pensar en MÍ salvación, sino que el servidor de Cristo busca la salvación para los demás, esto no solo pensado en cuestiones a futuro, sino ordenando nuestra vida desde este momento. No esperemos pensar que ya llegará el día de nuestra muerte por edad o enfermedad para comenzar este proceso de vivir (entendiendo que es vivir según Cristo), por el contrario, es necesario, se comience desde ya.
Una de las enseñanzas más grandes que tengo de mi madre están en la siguiente frase: “que no se te acabe la vida”, poco a poco con el pasar de los años la he ido entendiendo un poco más, y ahora me doy cuenta de que no solo es referente al momento del morir, sino también se nos puede acabar la vida, aun “viviéndola”, pero si nos dedicamos a tener una vida en Cristo, aun en medio de dificultades y problemas hemos de decir que hemos vivido.
No esperes más, deja de lado todo aquello que es perecedero, y dedícate a buscar, trabajar y luchar por lo que es eterno, lo que te llevará a Dios.
Seminarista de la Diócesis de Ciudad Juárez, con intereses en la Música Sacra, la Teología Pastoral y Trinitaria.
Tan cierto. Mis envolvemos ven lo mundano fácilmente y dejamos lo importante de lado. Gracias por el recordatorio