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Periódico Presencia.-

La intención de oración del Papa Francisco para octubre dice: “Orar por una Iglesia abierta a todos”. Sobre esto habló el padre Ramiro Rochín, párroco de Santa Cecilia y director del Instituto Diocesano de Teología para Seglares.

Diana Adriano

En su intención de oración para el mes de octubre, el Santo Padre expuso la necesidad de una Iglesia cercana y abierta y por ello ha  pedido rezar “para que la Iglesia, fiel al Evangelio y valiente en su anuncio, viva cada vez más la sinodalidad y sea un lugar de solidaridad, fraternidad y acogida”.

La intención de oración de octubre dice llanamente: “Orar por una Iglesia abierta a todos”. Sobre esto habló el padre Ramiro Rochín, párroco de Santa Cecilia y director del Instituto Diocesano de Teología para Seglares.

Compartió con Periódico Presencia la importancia de meditar y comprender esta intención de oración, y confirma cómo debemos caminar juntos en una sola dirección, como Iglesia.

Aquí la entrevista.

¿Podría explicarnos a qué se refiere la sinodalidad y cómo se puede lograr?

Creo que debemos admitir, en primer lugar, que ‘sinodalidad’ no es un término que hayamos usado mucho en nuestro ambiente fronterizo. Su etimología proviene del griego, y significa ‘caminar o viajar juntos’. Y aunque la palabra nos suene raro, su significado es profundamente cristiano y es algo que nuestra Iglesia y nuestra diócesis siempre han practicado. 

Usando otra terminología, la sinodalidad nos recuerda a todos que somos parte de la Iglesia peregrina, los que todavía estamos en este mundo y tratamos de cumplir la misión que nos ha encomendado Dios. Con la sinodalidad se pone el énfasis en que somos hermanos y que participamos del mismo bautismo, de la misma fe, y que somos Iglesia todos, que somos el Pueblo de Dios que se dirige a un mismo destino. 

Es más bien una actitud de fondo, de nunca olvidar que hay que tratar a los demás con respeto y hasta con veneración. 

No se trata de formar una democracia o un parlamento o congreso de diputados, en la cual todos los asuntos se decidan por la mayoría de votos. La Iglesia sigue siendo jerárquica, eso no cambia. No se trata de hacer encuestas y ese tipo de cosas. Se trata de amarnos como hermanos, de rezar juntos para saber qué es lo que Dios espera de la Iglesia, se trata de conocernos y de saber qué necesitan los demás. Se trata de discernir juntos, de fomentar el diálogo y la escucha entre todos. 

Creo que un ejemplo, aunque rudimentario, puede ayudar. Imaginemos a un padre de familia que ha decidido que la casa se pintará de blanco, porque ese color le gusta mucho a él. Y de ningún modo, su familia acepta esa decisión. Pero puede haber otro padre de familia que platique constantemente con su esposa y sus hijos, que fomente los espacios donde se van conociendo y queriendo todos los miembros de la familia. Y en esos momentos y pláticas el padre consulta a los demás qué cosa conviene hacer en la casa, y entre todos opinan que estaría bien pintar la casa de color blanco. O sea, se puede tomar una misma decisión, en apariencia, pero una fue hecha de manera autoritaria, y la otra con un estilo sinodal. 

El papa se refiere a orar para que la Iglesia sea un lugar de solidaridad, fraternidad y acogida. ¿Cómo cree que la Iglesia actualmente es un lugar solidario, fraterno, acogedor?

Hoy la Iglesia es criticada por muchos sectores de la sociedad, porque nomás parece que se publican las cosas malas: los abusos, los maltratos, los sacerdotes y religiosas, enojones, etcétera. Pero, sinceramente, al ver las cosas con objetividad, la Iglesia es verdaderamente un gran espacio de solidaridad, de fraternidad y de gran acogida, como no lo existe en ningún otro lugar del mundo. Basta ver y conocer nuestros grupos parroquiales y diocesanos, y casi siempre hay allí alegría, sencillez, sonrisas. Y hay gente de todos colores y sabores: muchas mujeres, niños, matrimonios, jóvenes, muchos sanos y también muchos enfermos. Hay pobres y otros no tan pobres. Hay muchas espiritualidades que saben convivir: unos son de las pequeñas comunidades, otros son muy marianos, otros prefieren las alabanzas y el canto, otros el silencio y la adoración eucarística.

¿En Ciudad Juárez cuáles ejemplos ve de esto?

Los veo por todos lados, desde los grupos de liturgia y catequesis de cualquier parroquia o capilla, hasta a los muchachos que están en el Seminario, o hasta en el presbiterio diocesano de Ciudad Juárez, así como en las comunidades de religiosos que tenemos en nuestra ciudad. Estas dimensiones (solidaridad, fraternidad, ser acogedores) impregnan prácticamente toda la vida cristiana en Ciudad Juárez. 

¿Qué diría usted que le falta a la Iglesia para ser más solidaria y más fraterna…y más acogedora?

Pues, como todo en la vida cristiana, se necesita estar vigilantes, con la túnica puesta y la lámpara encendida, no bajar la guardia, porque si no, se corre el riesgo de dejarse llevar por el egoísmo, las rencillas mezquinas, los pleitos que aquejan a otros grupos humanos. El amor y el servicio no tienen límites, así que nunca hay que dormirse en los laureles.

De entrada el “por una Iglesia más abierta a todos” suena algo general ¿Es posible que la Iglesia sea abierta a todos? (Pensamos en los ateos, los masones, grupos LGBT, los pro abortistas … ¿Cómo sería posible?

Las puertas de la Iglesia están abiertas para quien guste entrar por ellas. Es decir, la Iglesia anuncia el Evangelio a todos y desea que todos acepten la salvación de Nuestro Señor Jesucristo, pero respeta la libertad de los demás. Pero debe quedar claro que la Iglesia no puede cambiar el mensaje evangélico ni dejar de custodiar el depósito de la fe. 

Por tanto, si alguien desea entrar a la Iglesia debe aceptar las verdades evangélicas y vivir como católico. La sinodalidad, que nos lanza al diálogo y al encuentro con los demás, no implica, sin embargo, ningún cambio doctrinal en la Iglesia Católica. Y, si alguien no desea pasar por estas puertas de la Iglesia, no por eso se le niega un trato respetuoso ni se rechaza un diálogo profundo.

¿Cómo podemos vivir esos valores de la valentía y la fidelidad? ¿Qué nos recomienda a los fieles, que somos la Iglesia?

Simplemente lo de siempre: ser católicos de una sola pieza, creyentes en cualquier lugar donde Dios nos ponga, con espíritu de servicio, de generosidad y de fraternidad con todos, incluyendo a los no creyentes. El bautizado debe ser alguien valiente y fiel bajo cualquier circunstancia.