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En efecto, porque Cristo es para mí la razón de vivir, morir es una ganancia. Pero si seguir viviendo en este mundo me significa un trabajo fecundo, entonces no sabría que elegir. Me siento atraído por ambas cosas: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que sin duda es mucho mejor, y, por otro, quiero quedarme en este mundo, ya que sería más necesario para ustedes. (Filipenses 1, 21-24)

La carta a los Filipenses está dentro de un grupo denominado cartas de cautividad de san Pablo. Entre los años 58 y 63, san Pablo pasa cuatro años en la cárcel, primero en Palestina y luego en Roma. Aquí tiene tiempo para meditar y profundizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Es cuando escribe esta carta y resalta en ella cuál es su razón de vivir.

Como discípulo, san Pablo, tiene presente que su razón de vida es Cristo, ya que da sentido a su existencia sea la condición en la que se encuentre, alegre o triste, libre o encarcelado. Para él no hay otra razón de vivir que Jesús, y aunque el pudiera desear partir para encontrarse con Cristo en la morada celestial, prefiere quedarse más tiempo, porque esto también significaría, dejar este mundo y no estar con su comunidad.

Este mensaje se hace actual, considero por varias razones, la primera es el temor a la muerte. Para gran cantidad de la población mundial, incluso creyente, nuestro mayor temor es morir, dejar este mundo, por todas las cosas incompletas que aun quedarían, porque aún nos queda mucho por experimentar, o incluso porque es algo completamente desconocido, para nosotros. Y ante ello se nos generan preguntas e incertidumbres que nos paralizan.

Por otro lado me he topado con gente en su mayoría joven que ha pensado en detener su vida, por dos cosas, la primera por no encontrar un sentido a la misma, por los problemas y dificultades que se van presentando. Y la segunda por un fanatismo (personalmente así lo considero), de ver la vida terrenal como “basura” e insignificante y pensar que la muerte es lo mejor porque será, solo ahí,  la plenitud de nuestra vida en Cristo, a lo que considero ambas van por un camino erróneo, es decir, nos vamos alejando del verdadero sentido del vivir y del morir.

San Pablo nos presenta la forma correcta de vivir, y de pensar en la muerte. Nos otorga lo que sería la definición de lo que es vivir bien: es vivir en Cristo. Experimentar todos los sucesos de nuestra vida desde la persona de Cristo, por más duros que sean, para con ello ir construyendo el camino de la santidad, que nos permitirá anhelar y esperar, el momento en que seamos llamados a la Casa del Padre. Es necesario que dediquemos los años que pasemos en nuestra vida terrenal, viviendo bien, en plenitud, que no será como mencioné, sinónimo de alegrías constantes, porque aún en los momentos de prueba encontraremos a Cristo.

El momento de la muerte será entonces una ganancia, tanto cuanto, hayamos luchado por vivir conforme Cristo. Y nuestra vida será reflejo de ello, tal como se ha manifestado a lo largo de la historia con grandes ejemplos en donde se encuentra lo que es vivir en Cristo, uno de los testimonios mas antiguos de ello, se halla en La carta a Diogneto: “los cristianos viven en la carne, pero no según la carne.  Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Aman a todos, y todos los persiguen. Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo.” De esa manera se desprenden un par de preguntas que nos harán reflexionar ¿Es posible vivir actualmente conforme Cristo? ¿Como cristianos cómo deberá ser nuestra vida?