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La vida espiritual se entiende como la tendencia del hombre hacia los valores elevados. Hay que distinguir la relación entre vida espiritual y vida cristiana, que supone la intervención histórica de Dios a la que el hombre se adhiere por medio de la fe. La decisión de responder al Creador está al comienzo de la vida espiritual, supone que el hombre considera toda su vida en relación a un Absoluto y trata de buscar su unidad personal en relación a ese absoluto.

La relación con Dios se manifiesta de dos maneras: En la vocación personal y en la presencia del Espíritu Santo que habita en su centro. Son dos aspectos que hacen referencia a la conciencia cristiana adulta.

Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas cristianos. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe.

La presencia interior del Espíritu, caracteriza la vida espiritual cristiana, como inspirador y fecundador de dicha vida. El Espíritu Santo es el revelador del designio de Dios, y siendo el Amor personal del Padre y del Hijo, nos adentra en la misma vida trinitaria.

Los sacramentos son medios de santificación y además instrumentos privilegiados, de institución divina, que definen la forma de la vida espiritual.

Las “virtudes teologales” son actitudes fundamentales cristianas, que realizan la vida espiritual en su doble dimensión: comunicación de Dios al hombre, acogida y respuesta del hombre a la autodonación de Dios. Es decir, son pasivas y activas a la vez, son comunicación recíproca y encuentro.

La gracia santificante es el principio interno de vida espiritual concedido al hombre, por medio del cual éste se hace agradable a Dios y partícipe de la vida divina. Las virtudes teologales siguen por parte del hombre un largo proceso de crecimiento y asimilación.

En ese proceso de transformación, se pone a prueba la fidelidad del creyente: creer en total oscuridad, amar en el abandono y la aridez, esperar contra toda esperanza.