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Este día está consagrado al Señor, nuestro Dios; no hagan duelo ni lloren. No estén tristes: la alegría del Señor es vuestra fortaleza. (Cf. Neh 8,9-11)

Actualmente a nivel mundial estamos viviendo una crisis, no solo por la pandemia que nos rodea, sino una crisis de valores, de principios fundamentales, pero en muchas ocasiones no nos damos cuenta de ello hasta que en definitiva ya es muy tarde y, es necesario estar atentos para poder rectificar caminos, para poder gozar de la alegría del Señor sin llegar a los llantos y duelos.

El día de hoy domingo 22 de marzo de 2020 mientras participábamos de la misa transmitida por uno de los canales de televisión local, veía que mi mamá estaba sumamente conmovida, las lagrimas rodaban por su rostro, y decía «es la primera vez en más de 30 años que no voy a la Iglesia», son 30 años que lleva sirviendo, y en los que hizo del Templo su segundo hogar, no por la costumbre sino por el encuentro que tenia con Dios, sin embargo ante este sufrimiento que ella experimentó encontraba consuelo, consuelo que solo viene de Dios por la vivencia de una fe tan sencilla y profunda a la vez, en ese instante comprendí que en estos momentos en los cuales no podemos salir y participar de la vida ordinaria que nos caracteriza y que ya estamos tan acostumbrados, se nos invita a que nos fortalezcamos del Señor, que de nuevo revisemos nuestra fe, nuestra cercanía con Dios, que entremos en un contacto profundo y sincero.
Porque como escuchábamos en el Evangelio de Mateo, el Miércoles de Ceniza, entra a tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre que esta en lo secreto, y el recompensará; estamos por obligación y responsabilidad en aislamiento, sin embargo por necesidad del corazón, vayamos a lo secreto y hablemos con el Padre, que esta esperando un «te amo» de nuestra parte para invadir nuestra vida de alegría y llevarse lo que aflige nuestro corazón.
No desistas en el camino, ahora mas que nunca ora y confía.