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Muy unidos, todos los días frecuentaban el Templo y partían el pan en las casas, participando en las comidas con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. Cada día el Señor incorporaba a la comunidad a los que se salvaban (Hechos 2,46-47)

¿De qué manera vivo la cincuentena pascual? En muchas ocasiones esta pregunta ha sido detonante para pláticas, reflexiones e incluso para realizar itinerarios espirituales, ya que como sabemos la Cuaresma está marcada por muchos signos, momentos y actitudes que no dejan que pase de largo dicho tiempo litúrgico, tan sencillo como pensar en el itinerario espiritual que se nos propone el miércoles de ceniza siguiendo el ayuno, la oración y limosna, sin embargo, lejos de ver en los Templos el Cirio Pascual, flores blancas, lienzos del mismo color y repetir dentro de la Celebración Litúrgica la aclamación ¡Aleluya!, cómo estoy viviendo esa resurrección, cómo expreso la alegría que debe haber en mi corazón.

Litúrgicamente el tiempo Pascual es el tiempo fuerte, incluso el Código de derecho canónico obliga a comulgar al menos una vez al año, cumpliéndose esto en pascua, las lecturas en la Liturgia de la Palabra son tomadas del Nuevo Testamento, se omiten las del Antiguo Testamento para manifestar que ya estamos en un tiempo nuevo, pero sobre todo, la Pascua son los 50 días en los cuales Cristo glorioso, que ha vencido a la muerte se hace presente en medio de los Apóstoles, en medio de la gente, para mostrar que había cumplido su promesa.

En Hechos de los Apóstoles se nos presenta una comunidad que, aunque frecuentaba el Templo, vivían y participaban de la dicha de la Iglesia Domestica, había alegría y sencillez, se podía notar que en ellos ya estaba puesta la esperanza que la resurrección de Cristo había traído al mundo, vivían alabando a Dios y la gente los reconocía. En este momento no podemos asistir a las Iglesias y eso ha hecho que muchos de nosotros nos “pongamos las pilas” y practiquemos la fe en casa, sin embargo, será que nuestra actitud sea la misma, que nuestra disposición interior sea la misma en el momento en el que podamos regresar a expresar nuestra fe con los hermanos, o será algo pasajero que nos haga de nuevo caer en monotonías y un acostumbrarnos a lo Sagrado.

Es necesario construir un camino espiritual pascual, en el que como ya mencioné la esperanza, la alegría y la comunidad sean la base, lo esencial del cristiano será poco a poco, día tras día avanzar un escalón más en la escalinata de la fe, para poder hacer nuestras las palabras de santo Tomas Apóstol ¡Señor mío y Dios mío!, llegar a expresar con nuestra vida esa profesión de fe, que nace desde el interior, desde las entrañas. Revisemos cuantas veces en medio de la incredulidad o de la falta de fe, Jesús se ha presentado en la vida de cada uno, para decir: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Ya está cumplida la promesa hecha y está dada pagada nuestra deuda, ahora nos corresponde vivir conforme Cristo para llegar a gozar algún día de su presencia.