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Para mí es claro que la realidad supera en interés a la ficción. Y a veces, en un período de tiempo muy corto, como lo es un año, uno es testigo de eventos impactantes. Así ha ocurrido con Steve Bannon, personaje controvertido, poderoso, furioso, y figura ya familiar para  los mexicanos. Desde mediados del 2016 empezamos a saber muchas cosas de él en las noticias: un hombre que, todo indicaba, era un racista convencido, supremacista blanco, con un odio especial a los inmigrantes musulmanes y mexicanos. En agosto de ese año se convirtió en el jefe de la campaña presidencial de Donald Trump y, con astucia maquiavélica, logró la victoria en las elecciones de noviembre. Inmediatamente fue nombrado el consejero principal del presidente Trump. Y, en una ocasión, ante las críticas que se multiplicaban en contra de su nombramiento, que lo consideraban una influencia tenebrosa y oscura, declaró: “Darkness is good: Dick Cheney, Darth Vader, Satan. That´s power” (“Lo tenebroso es bueno: Dick Cheney, Darth Vader, Satanás. Eso es poder”). A partir de entonces el programa de comedia “Saturday Night Live”, de los más populares en EU, lo representó como una figura siniestra, encapuchada, que trataba a Donald Trump como a un títere. Y ya se le consideraba a Bannon, en todo el mundo, el verdadero poder detrás del presidente norteamericano. Como algo inaudito para un civil, se le hizo miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Impulsó las políticas anti-inmigración para varias naciones musulmanes. Maltrató a la delegación mexicana que se presentó en la Casa Blanca a los días del inicio de la administración Trump (como atestigua en su columna Raymundo Riva Palacio), y fue quien fomentó a Trump defender a los racistas blancos en los conflictos raciales en Charlottesville, Virginia, en agosto del 2017.

Por esas fechas se le veía como un hombre confiado en su posición. Generalmente andaba sólo con saco y camisa, como una especie de estrella de cine, mientras todos a su alrededor andaban con traje y corbata. Parecía el artista, el ideólogo consagrado de la nueva administración Trump. En la muy larga entrevista que le concedió al reportero Charlie Rose, se apreciaba en Bannon a un hombre combativo, arrogante, que está seguro de tener todas las respuestas. Y, por cierto, siempre se ha declarado católico, a pesar de sus tres divorcios y de sus posiciones racistas. Pero el soberbio siempre es un ciego. Y Bannon empezó a creerse demasiado su papel: se metió en problemas, por su afán de manipular a los demás, con el círculo interno de Donald Trump, es decir, con su hija Ivanka y su esposo Jarod Kushner. Por ejemplo, en un reciente libro se menciona que Bannon consideraba a Ivanka “tonta como un ladrillo”. Pero con la llegada del nuevo jefe de gabinete, el general John Kelly, su destino quedó sellado: sorpresivamente tuvo que dejar su puesto en la Casa Blanca en agosto del 2017.

Asombrosamente, Bannon se reinventó muy pronto, usando la plataforma de Breitbart News, y se convirtió en el líder del ala más radical y conservadora del Partido Republicano. Desde esa trinchera atacó a diestra y siniestra a los políticos más establecidos de los republicanos. Todo parecía ir viento en popa para él … hasta el pasado diciembre, cuando Bannon se empeñó en apoyar como candidato al Senado, en Alabama, a Roy Moore, un controvertido político acusado, con argumentos bastante creíbles, de ser un acosador sexual de jovencitas. Y Moore perdió  la elección ante el candidato demócrata, en uno de los estados más republicanos de Estados Unidos. Y, por primera vez, Bannon estaba a la deriva. Lo había traicionado su arrogancia.

Pero lo peor estaba por venir. En este enero del 2018, fue publicado el libro “Fire and Fury”, del periodista Michael Wolff, quien tuvo acceso durante meses a la  misma Casa Blanca, gracias a la ayuda de Bannon. Y, en tal libro, hay muchas declaraciones de éste último, que dibujan a Donald Trump como un imbécil, como un anciano senil incapaz de gobernar la nación, y con términos igual de denigrantes, Bannon describe a la gente más cercana al presidente. ¿Qué hizo a Bannon actuar de esta manera? ¿Acaso intentó un suicidio político? ¿O es que la arrogancia lo cegó tanto que no previó las consecuencias de sus actos? Yo, en mi humilde opinión, me inclino por esta última explicación. Por supuesto, la reacción de Donald Trump no se hizo esperar, y su rompimiento con Steve Bannon ha alcanzado proporciones épicas.

Lo más patético y lamentable, es que el orgulloso Bannon ha recién dado unas declaraciones argumentando que nunca quiso decir ciertas cosas del libro de Wolff, nada más que éste lo malinterpretó. Como un mediocre más, como uno más del montón, el otrora soberbio Bannon se acerca, agachando la cabeza, a buscar la reconciliación con los poderosos, en este caso Donald Trump. Seguramente, de vez en cuando, seguiremos escuchando por aquí y por allá algo de Bannon, pero su tiempo ya pasó. En el 2017 se creyó el hombre más sabio y poderoso del mundo. No era lo uno ni lo otro. Y es que la vida da muchas vueltas, y a veces las da muy rápido.